En la noche indicada subió hasta la cima. Por todo equipaje llevaba en su mano izquierda una tablilla sobre la que siete eones atrás había grabado La Palabra. Su niñez, tiempo de aprendizaje, tiempo de concentración y quietud forzosa, había terminado: durante los próximos siete eones viajaría. Un tiempo para viajar en el Tiempo estaba próximo a comenzar.
Sintió un furor extraordinario. Viajó por la vasta inmensidad de la nada, por el gran estallido del comienzo, por todos los universos que la energía de aquel estallido generara. También fue testigo de la mengua sin pausa de esa energía que, lo estaba viendo, al finalizar los siete eones de su viaje, acabaría.
Quizá pensó que aunque bello, era poco: el vacío absoluto ganaba la partida. Tal vez conocer la fecha exacta del término de aquel sistema lo abrumaba. El caso es que sus superiores, observando como actuó, lo juzgaron mal. Observaron que tomó un instante cualquiera para fijar un comienzo, sin meditarlo, porque el Tiempo lo había decepcionado. Observaron que eligió una galaxia al azar, un sol mediocre y una piedra minúscula que giraba alrededor de aquel sol y así fijó un espacio. Ellos, que todo lo sabían, observaron que fue por capricho, por despecho, que tomó La Palabra y dijo:
—Hágase la luz
wow! pone a un superior como mero subalterno!
ResponderEliminarmuy bueno!
el final me puso los pelos de punta.
siempre es un placer para la imaginación leerte amiga.
Abrazos
Es que a veces, viendo como se desenvuelve el mundo y la vida, tengo mis sospechas...
EliminarPlacer que me retribuís cunado leo tus cuentos, escritora!
Y aquí estamos...hasta que tome La Palabra nuevamente.
ResponderEliminarMás saludos!
Ja, quizá convenga que no la tome por rato largo
EliminarY más besos!