domingo, 26 de febrero de 2012

Sobre Ailén Maldonado

Tiene 20 años y vive en Moreno. En el año 2008 ganó la medalla de oro en los Torneos Bonaerenses en la categoría poesía. Ha participado con sus lecturas en ecuentros organizados en el conurbano. En el año 2011 fue invitada por APOA para leer sus poemas junto con otros poetas jóvenes.



Caperuza nocturna - Sol o mío, la lóbrega campana en el desierto



   Me da miedo la noche y todo lo relacionado con ella. El campo de concentración, la jaula, los diamantes en el barro, la hipocresía.
   Es la ausencia pura, los gimoteos de la niña que quiere ver sus huesos. Infestada de irrealidad me siento débil, es tragicómico, no quise asistir al velatorio porque no sabía qué carajo decir, así que me senté a ahogar el silencio, quiero decir, ahogarme en el silencio.
   Desearía poder extraer las bolsas de orina de mis pensamientos, pero están tan arraigadas a mi sed, y yo tan perdida, tan desorientada, tan pasada de rosca, muerta de trueno, muerta de incendio, muerta de gris.
   Quiero salvarme de la triste inconsistencia de lo salvaje, quiero fundirme en cada gota de sol del desierto, quiero llamarme, pero no puedo.
   Y que cada orilla sea sacrificada, y que cada nombre sea escrito. La santita con su funda nueva, (te extraño mi amor, te extraño) con su capucha roja y los dientes del lobo colgando de su cuello.


autorretrato leonora carrington.jpg

La rejilla se expresa con velocidad alarmante. ¡Miren su poesía! ¡Sangran sus encías! Las rojas dividen el paraíso en una rosa y un espejo, las viudas recorren el estío como si fueran las amantes del viento. No calles. No me nombres. No retires tus garras de mi cuerpo extinto.
   Está prohibido colocar la mano derecha en el corral. Los pollitos cantan, los pollitos nievan, quiero decir mueren, y no hay voz para semejante ausencia.


jueves, 23 de febrero de 2012

Poemas de Violeta Castro (Argentina)


Hay racontos de vida
que niegan el paso del tiempo
previsibles, caprichosos,
allí están.
Qué buscan?
Qué quieren?
Sólo dos cuerpos obtienen la respuesta,
engañados de placer...
buscan un sitio mejor
que la distancia.
Saltan otro simulado episodio
y así se aguanta,
"La insoportable levedad del ser"
en un valle que hace música,
contra todos los pronósticos.


Pudo más el miedo,
el abismo, el presagio futurista
del después.
Sin inocencia aguarda
que todo se diluya
para no responder.
Así, el karma, los días, la vida
pasan...sin novedades ni 
recuerdos incómodos
sin sorpresas ni ardores
sin gritos ni fluídos, ni nadie
en la nada.



Se sabía de antemano:
la ilusión, el idilio, los maias.
Precariamente se esperaba.
Conocido es quien no cambia, 
ni arriesga otras jugadas.
Se sabía a voces, mas ella no lo imaginaba.



Violeta Castro nació en Moreno un 30 de septiembre. Cursó en la Universidad de Morón la carrera de Letras, en la Facultad de Filosofía, Ciencias de la Educación y Humanidades.
Se ha desempeñado como profesora de Lengua y Literatura, y actualmente incursiona en la Metafísica.Su blog:
www.rosariometafísico.com.ar


jueves, 16 de febrero de 2012

La casa de Asterión - Jorge Luis Borges




Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz  de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
    El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos. 
    Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
    No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo. 
    Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?
   El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
    -¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió. 

02. Delius - Prelude No 1 for piano - Scherzando

Frederick Delius fue contemporáneo de Virginia Woolf.


El hombre de la esquina rosada - Borges - Piazzolla

Imágenes de la película dirigida por René Mujica en 1972, basada en el texto de Borges, con música de Piazzolla.