lunes, 11 de junio de 2012

"El beatle final" - Leopoldo Marechal

Relato de ciencia ficción (1968). Se sitúa en el siglo XXIII en Metrópolis, ciudad cuyo perímetro, el Gran Octógono, evoca el de la Capital Federal.
Quiere ser una fábula anticipatoria, a la vez que una defensa de la palabra creadora en una civilización tecnocrática.
Sus ingenieros se disponen a fabricar un poeta electrónico a partir de la figura de Ringo Starr.


Y sucedió y sucede y sucederá. ¡Muy buenas noches, mundo en la balanza! En Metrópolis la finalista, el Gran Octógono desarrollaba sus actividades como una "central" humano-electrónica del Imperio. El Gran Octógono era un polígono irregular, ya que sus lados no tenían igual importancia ni longitud en el dinamismo de aquel mundo. Sin duda el lado AB realizaba la función más vital, puesto que dirigía todos los re­sortes ofensivos y defensivos del Imperio, la investigación de las materias y las antimaterias, la construcción de nuevas armas físicas y psíquicas destinadas a los enemigos actuales o potenciales de la co­munidad, ya fuesen internos o externos, ya se insinuaran en el plano terrestre o fueran sospechados en cualquier galaxia más o menos vecina. Sucedió, sucede y sucederá. ¡Tierra en la balanza, yo te saludo!

Claro está que frente a un caso tan peligroso de "regresión", el Gran Consejo decidió enviar al perito Ramírez a una cámara de desintegración atómica, para que al éter volviera lo que había engen­drado el éter...

- Señores del Octógono -les dijo Ramírez-, no vean en mí a un agitador sino a un "retrógrado". La tesis que me ha valido la expulsión de la Uni­versidad sostenía que "la bestia hombre nace para el conocimiento y la expresión". En lo que atañe al "conocimiento" sabido es que Metrópolis está en la vanguardia del mundo, pues ha descubierto que no es el hombre quien construye la Industria sino la Industria quien construye al hombre. Desgraciadamente, la "expresión" no ha seguido aquí una vía paralela de ascenso; y en ese orden los marcianos nos aventajan en diez siglos, ya que cada uno tiene un megáfono en lugar de boca y responde a los estímulos de una "broadcasting" interior. La enfermedad Beta que nos consume se debe a una ya insostenible atrofia de nuestra expresividad. Y en busca de su remedio es que yo, "el retrógrado", hice una excavación en la Historia del Hombre hasta llegar al paleolítico de la música. Naturalmente, regresé con una solución en forma de trompeta.
Tras una votación relámpago (la Democracia se mantenía en el Imperio como un lujo no caro y deliciosamente inútil) se resolvió confiar al técnico Ramírez la construcción de un poeta electrónico en escala gigante, obra de salvación nacional que pondría en juego todos los recursos del Estado en la metalurgia, la cibernética y la foniatría.
 
¡Teje, tejedor de humos! ¡Construye, albañil de neblinas! Lo primero que hizo Ramírez en tren de inspiración fue solicitar una botella de coñac francés entre las que se guardaban como un tesoro ar­queológico en el Museo Retrospectivo de las Borracheras. Desde hacía un siglo, los habitantes de la ciudad sólo se mamaban con el cocktail de neutrones retardados que sucedió al ácido lisérgico y a las esencias destiladas de los hongos mexicanos. ... Si el beatle mecánico debía expresar al Imperio, era urgente recoger y grabar todos los no proferidos acentos de sus habitantes, las euforias comunes, los temores y angustias colectivos. El viento se teje si el tejedor es hábil.
Tras una investigación minuciosa de psicoanalistas y musicólogos, la voz de Ringo fue compuesta, grabada y metida en el pecho metálico del beatle, para cuya residencia se construyó un templete monumental que reunía en sí las más óptimas condiciones de acústica... 
Llegó al fin la noche de las noches en que Ringo, el beatle artificial, sería presentado a los enfermos habitantes de Metrópolis. En su templete de vidrio-cemento y ante las cámaras de televisión, Ringo exhibía una majestad imponente con su estructura de caja sonora, su rostro gesticulante y la enorme guitarra eléctrica sobre la cual ponía él sus dos manoplas en frenesí. Y cuando Ramírez, en overall de gala, hizo funcionar los controles, Ringo dejó escapar toda la sinfonía que se concentraba en su tórax y que los transmisores del Imperio lanzaron al éter... ¡Naturalmente, Ramírez fue alojado en un manicomio de lujo donde acabó sus días apaciblemente.
 
...Se abrió desde aquella noche la Era de Ringo el beatle salvador. Y Metrópolis adquirió en adelante una fuerza expansiva que llegó a inquietar a sus enemigos terrestres y a sus observadores cósmicos... Por último, sobre sus piernas de autómata en libertad, Ringo entró en un Museo de la Paleomúsica, y sus pies duros trituraron instrumentos antiguos, violas y contrabajos, trompetas y fagotes, órganos de tubos retorcidos, estatuas de compositores ilustres recién caídas de sus pedestales. El Beatle Final aún cantaba y tañía; pero sus condensadores ya se le agotaban, su voz languidecía en un tartamudeo de fonógrafo sin cuerda y sus pies vacilaban entre los escombros...


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