domingo, 26 de febrero de 2012

Caperuza nocturna - Sol o mío, la lóbrega campana en el desierto



   Me da miedo la noche y todo lo relacionado con ella. El campo de concentración, la jaula, los diamantes en el barro, la hipocresía.
   Es la ausencia pura, los gimoteos de la niña que quiere ver sus huesos. Infestada de irrealidad me siento débil, es tragicómico, no quise asistir al velatorio porque no sabía qué carajo decir, así que me senté a ahogar el silencio, quiero decir, ahogarme en el silencio.
   Desearía poder extraer las bolsas de orina de mis pensamientos, pero están tan arraigadas a mi sed, y yo tan perdida, tan desorientada, tan pasada de rosca, muerta de trueno, muerta de incendio, muerta de gris.
   Quiero salvarme de la triste inconsistencia de lo salvaje, quiero fundirme en cada gota de sol del desierto, quiero llamarme, pero no puedo.
   Y que cada orilla sea sacrificada, y que cada nombre sea escrito. La santita con su funda nueva, (te extraño mi amor, te extraño) con su capucha roja y los dientes del lobo colgando de su cuello.


autorretrato leonora carrington.jpg

La rejilla se expresa con velocidad alarmante. ¡Miren su poesía! ¡Sangran sus encías! Las rojas dividen el paraíso en una rosa y un espejo, las viudas recorren el estío como si fueran las amantes del viento. No calles. No me nombres. No retires tus garras de mi cuerpo extinto.
   Está prohibido colocar la mano derecha en el corral. Los pollitos cantan, los pollitos nievan, quiero decir mueren, y no hay voz para semejante ausencia.


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